viernes, 31 de julio de 2009

Crítica de imaginación atrapada a Una familia dentro de la nieve


Que nieve con ganas

Nieva en una maqueta hecha de cajas de remedios que es Leningrado. Nieva en una maqueta que es Leningrado, que es donde está el padre, un héroe. El padre es un héroe que no está.
¿Cómo representar el pasado? ¿Es posible volverlo una construcción poética que viva en el presente? Es decir, sí, es posible, se hace desde tiempo inmemorial. Pero, ¿qué es lo que se está trayendo? ¿desde dónde conectan esas imágenes con el tiempo presente, en el cual ya se están volviendo ellas mismas pasado (tal la característica del teatro, donde todo se vuelve inmediatamente un “ya pasó”)?

Una mucama de un hotel de la Avenida tiene cuatro hijas, digamos, “peculiares”: cuerpo de mujer, juegos de niña. También tiene un hijo con un coeficiente intelectual altísimo. El muchacho se para en zancos, habla por altoparlante o megáfono. Se distancia de todas las formas posibles de sus orígenes. Finalmente, se va, a Estados Unidos. Sólo quedan la mucama rodeada de juguetes (uno de ellos un tren… tren, trenes, ¿aquellos que no existen más?) y sus hijas, que juegan con una maravillosa maqueta hecha de cajas de remedio y múltiples lucecitas que es Leningrado.
Elementos inconexos, trazos poéticos sueltos por aquí y por allí, un montaje que se forma. La posibilidad del retorno de un padre que vaya a saber qué idioma habla ahora después de tantos años. Tiempos que giran en falso. Jugar a volver estrofa el pasado. Una sonrisa, varias, ¿sinceras? ¿máscaras?

Y al final, un final feliz… donde en la burbuja poética nieva sobre Leningrado.
En “Ciudadano Kane”, a Kane, en la secuencia inicial, se le cae una bola de vidrio en la que nieva en su interior hasta que se quiebra… pasado irredimible, no retornable. Acá, en el final la burbuja se completa, se sana… ¿lecturas? ¿quiénes somos?
Diego Braude

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