lunes, 10 de agosto de 2009

Crítica del diario La Nación a Una familia dentro de la nieve


Colores que viven y brillan dentro de la nieve
La obra dirigida por Diego Brienza posee imágenes de extrema belleza

Nuestra opinión: muy buena

Damián es el hijo varón -e inteligente- de una familia de mujeres. La madre es la mucama del hotel de la avenida y sus cuatro hermanas parecen haber salido de la minuciosa y detallista maqueta de la ciudad de Leningrado que ellas mismas armaron, y con la que juegan persistentemente. Hay un padre que -convertido en muñeco Kent, la legendaria pareja de las Barbies- habita en esa ciudad rusa, adónde fue en busca de alguna revolución, y en la imaginación de sus hijas.

Una familia rara, con hábitos mecánicos en donde el único elemento orgánico que muestra el drama de la ausencia paterna parece surgir en esa madre sufrida que relee larguísimas cartas. Las cuatro chicas viven el drama a su manera: somatizan y vuelven eccemas y broncoespasmos su desazón y su dolor, pero eso sí siempre con una sonrisa, con una canción, con un par de pasos de baile que las convierten en pequeñas muñecas de cajitas de música. Esos dos mundos -el mecánico y el orgánico- no chocan sino que se funden con naturalidad en esta prolija puesta de Diego Brienza, en la que ese hijo varón con inteligencia suprema aparece como un observador lejano, pero no tanto.

La obra de Guillermo Arengo está repleta de aristas jugosas y atractivas que el director convierte en bellas imágenes, la mayoría repletas de una ternura inconmensurable. No es ajeno a este resultado un elenco muy bien buscado y dirigido. Cada uno de los actores tiene su gran momento -individual o en conjunto-, por eso es difícil destacar a uno sobre otro. Sólo por capricho se puede remarcar el trabajo de "las hijas" o el del padre (Horacio Marassi) que finalmente vuelve tapado de fracasos y contradicciones.

Pequeña en sus proporciones y enorme en aspiraciones y posibilidades (todas expuestas), Una familia dentro de la nieve es una sorpresa luminosa dentro de la cartelera teatral.

Verónica Pagés

Crítica del Diario Crítica de Argentina a Una familia dentro de la nieve


Una sorpresa desde los márgenes
Trabajo conjunto. Sin pretensiones ni estrellas del under, la obra sorprende.

Una familia destrozada por la ausencia de un padre que abandonó su casa para apoyar la causa soviética; un hijo casi genio que ve y cuestiona muchas más cosas de las que su madre (mucama de un hotel) logra responder y puede soportar; cuatro hermanas que lidian como pueden con sus enfermedades psicosomáticas y encuentran algo parecido al escape construyendo maquetas de las ciudades en las que imaginan viviendo a su padre (y el detalle: utilizan para sus manualidades las cajitas de los remedios que toman para paliar sus molestias crónicas).

Suena bastante psicótico, es cierto: en Una familia dentro de la nieve conviven todas estas situaciones y personajes que viven al borde de un ataque de nervios o sumidos en la depresión, pero el resultado escénico está lejos de generar la pesadumbre que proponen las historias de familias disfuncionales que pueblan la escena off.

Acá pasa algo distinto: resulta fácil reírse (o al menos sonreírse) con casi todas las escenas, porque los personajes muestran su costado más disparatado y menos denso. Mérito, primero, de Guillermo Arengo (Lucidez, Circuitos para gente artificial), que en su faceta de dramaturgo busca por donde pocos y explora en el consciente y en el inconsciente para ofrecerles a sus criaturas muchas capas, infinitas posibilidades.
La puesta de Diego Brienza le hace justicia al texto y sumerge a los personajes, de por sí raros, en un mundo todavía más extrañado, en el que conviven las tecnologías más modernas y manualidades a las que sólo podrían dedicarse personas con mucho tiempo y mucho dolor (por favor, no abandone la sala sin echarle un vistazo de cerca a esa pequeña gran obra instalada en el centro de la escena, que Cecilia Zuvialde creó usando como materia prima cajas de medicamentos, tal como sugería el texto).

Una familia dentro de la nieve es una de esas sorpresas chiquitas que, con originalidad y encanto, sorprenden desde los márgenes: sin recurrir a actores del establishment under (aunque la mayoría trabaje en teatro hace ya un tiempo) y sin pretensiones, éste es un ejemplo de que el trabajo en grupo (destacan Horacio Marassi y el cuarteto de muchachas, pero acá el conjunto vale más que la suma de las partes) puede llegar a buen puerto.
Natalia Laube

Crítica de Martin Wullich a Una familia dentro de la nieve


UNA FAMILIA DENTRO DE LA NIEVE, estética motivadora

Una historia contada con mucha magia a través de un parejo elenco

Un cuadro tras otro de pura estética. Un goce visual con recursos sencillos pero muy logrados. Como una instalación artística, la expresión escenográfica minimalista es notable. Elementos conjugados con atrayente iluminación, desde la lúdica maqueta hasta el llamativo vestuario, colores por doquier, cambiantes formas y música acorde, conforman una obra de arte escénica. Todo ha sido pensado para contar, en forma subyugante, una historia dura y dulce a la vez, donde finalmente prima el amor sobre los difíciles avatares vividos.
Desde el comienzo, una mujer cuenta –y recuerda- parte de su vida, habla de sus hijos, de su situación, parece estar cansada, pero no deja de ser comprensiva, sobre todo con el inteligente, el brillante, el geniecito de la familia que inquiere imposibles y se pregunta sin respuesta, filosofando erráticamente, sobre un par de zancos que no abandonará jamás. Es que está por sobre todos, y no tiene intenciones de entender lo que pasa allí abajo. Las chicas, en cambio, son alegres, se ilusionan con nada, vibran al compás de una vida que a pesar de serles esquiva, la disfrutan con pequeñas cosas.

El cuadro en donde mencionan la enorme cantidad de cosas a las que les tienen miedo, con un comienzo de cierta calma y ocurrencia hasta llegar a atropellarse en un crescendo desenfrenado, es exquisito, gracioso y muy emotivo. En tanto, el regreso del padre alcanza ribetes surrealistas fascinantes.El cuarteto de las chicas está tan bien logrado y con tanta cohesión que brilla como tal, pues cada una pone su sello individual en aras del brillo grupal.

Mar Cabrera, Lucrecia Gelardi, Vicky Massa y Carla Vidal componen estupendamente a esos seres estructurados y caóticos a la vez, que se mueven desordenada y coreográficamente, que emanan sentimientos inquietantes. Cuando se reencuentran con su padre –magnífico trabajo de Horacio Marassi- y buscan el afecto extrañado durante tanto tiempo, conmueven profundamente. La madre está muy bien representada por Adriana Ferrer, quien maneja muy bien sus soliloquios. Gabriel Urbani compone con exactitud el preciso hermetismo del hijo inteligente.

El director Diego Brienza ha logrado, con sus rigurosas y cabales marcaciones, un espectáculo que sorprende muy gratamente la sensibilidad del espectador.
Martin Wullich